Finales felices

Wichita (Jacques Tourneur, 1955)

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Sería fácil e inexacto, porque el verdadero centro de interés está en otra parte, llamar la atención sobre esta película como una obra de tesis, de permanente actualidad para la sociedad norteamericana, sobre la necesidad de controlar las armas y en general los excesos del capitalismo: “Si los hombres no llevan armas, no pueden dispararse. Es así de simple”.

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La rapidez característica de las películas que dirigía Tourneur se aviene perfectamente con el modo de vida seminómada de los pioneros del Oeste: no se puede dormir sin un ojo abierto, no hay tiempo que perder si uno quiere conservar sus ahorros, forjar alianzas y amistades, casarse. Por otra parte, el formato ancho apenas deja ver el cielo: este es un western nocturno, hecho de colores sutiles, que transcurre en interiores más que en paisajes abiertos; después del prólogo, la llegada de Wyatt Earp (Joel McCrea) a la ciudad de Wichita lo ilustra con una escena casi surrealista, en la que lo vemos atravesar las oficinas del periódico local llevando a su caballo de las riendas, para guardarlo en un patio interior.

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Las escenas de tumulto de los vaqueros recuerdan el colorido de las fiestas de los piratas de Anne of the Indies; como Barbanegra en aquella, aunque encarne valores opuestos, Wyatt Earp es un hombre de una pieza, inconmovible en su mito. Earp llega a Wichita con la intención de llevar una vida pacífica de comerciante, pero su integridad ética y su manejo del revólver lo convierten en candidato ideal para el puesto de marshal. Después de haberlo rechazado, Earp cambia de opinión a raíz de un suceso terriblemente dramático en una ventana (que Tourneur filma sin dramatismo, con aparente negligencia: ¿pero no es así, casi sin que nos demos cuenta, como ocurren en realidad las cosas, incluso las más dramáticas?).

Earp solo pone como condición que se prohíban las armas en la ciudad. Al principio las fuerzas vivas de la ciudad aceptan, pero pronto empiezan a cuestionar el enfoque radical del nuevo marshal, cuando ven caer los beneficios de sus negocios. Sam McCoy, padre de Laurie (Vera Miles), la novia en ciernes de Earp, también forma parte de estos arrepentidos, lo que mezcla la peripecia política con la amorosa.

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El dueño de un saloon, Doc Black (Edgar Buchanan), contrata a dos forasteros para atentar contra Earp. Además, les explica cómo deben hacerlo: solo uno de ellos debe enfrentarse al marshal abiertamente, mientras que el otro acechará la escena desde una ventana en un primer piso con un rifle. La encomienda fracasa del modo más imprevisible porque los dos pistoleros resultan ser… los hermanos pequeños de Earp.

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El desenlace combina todos los elementos anteriores con la facilidad aparente de una jugada deportiva. El esquema de la emboscada que antes solo escuchamos, ahora se materializa ante nuestros ojos: Doc Black lleva a la práctica en persona su plan anterior y apunta a Earp desde una ventana elevada, mientras este se enfrenta en duelo con uno de sus pistoleros a pie de calle. Sam McCoy, que ha tenido ocasión de comprender su error de forma también dramática (en Wichita las casas no son ningún refugio; la muerte franquea las puertas y ventanas como un invisible ángel exterminador), lo descubre y acaba con él –después de un segundo de suspense, pues escuchamos el tiro con un plano de Earp que se vuelve, sin saber si es Doc quien dispara. El recuerdo de la escena anterior subraya que Earp pasará a formar parte de la familia McCoy, y esa alianza se sella con un apretón de manos de los dos hombres, que la cámara registra acercándose; luego se retiran juntos, escoltados por los hermanos Earp.

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Luego vemos retirarse a los hombres de Doc, e inmediatamente (se tarda más en contarlo que en verlo) un fundido encadenado nos conduce a un plano de grúa que se inicia con los hermanos Earp y el joven periodista convertido en ayudante del marshal que cargan unos sacos desde una tienda, luego los rasgan con cuchillos y por las hendiduras aparecen los granos de arroz que la gente de Wichita recoge y lanza sobre los recién casados Wyatt y Laurie. Tourneur pertenece a ese tipo de directores capaces de inventar una forma nueva para el contenido más convencional, y este es uno de los mejores ejemplos, en el que la rapidez no implica renunciar a la verdad de los pequeños detalles.

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4 comentarios en “Finales felices

  1. jadsmpa79

    Como espectador y casi incondicional tourneriano he encontrado cosas reveladoras en este texto, particularmente la naturalidad (rayana con la abstracción) de los métodos empleados por el director (aunque no sé si «método» es la palabra idónea tratándose de alguien que no deja ver planes ni intenciones). «Wichita» es para mí el mejor de sus «westerns», tan distintos entre sí. Una de las claves es McCrea. Sus modos firmes y pausados dan el tono del filme, que fluye como un arroyo tranquilo mientras cuenta las cosas más serias, con la mayor transparencia.

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  2. elpastordelapolvorosa Autor

    Gracias por el comentario. En un cine como el de Tourneur en el que las sombras tienen tanta importancia, se puede decir que otra película anterior proyecta su sombra sobre «Wichita»: se trata de la no menos magnífica «Stars in my Crown», de 1950, también protagonizada por McCrea en un papel de padre adoptivo y predicador armado que puede ponerse en paralelo con la figura de Wyatt Earp en la película de 1955.
    Con rodajes de tres semanas no cabe alcanzar grandes sutilezas interpretativas. En el cine de Tourneur los personajes se definen a través de sus acciones, y también como presencias físicas. La de McCrea caracteriza ciertamente esta película -llena, por otra parte, de sutilezas inesperadas en la fotografía, la composición y las decisiones de puesta en escena.

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  3. jadsmpa79

    Me he dado cuenta de que nunca computo como «western» «Stars in My Crown», para mí uno de los mayores logros de Tourneur, que mentalmente adscribo al género Americana y asocio a títulos coetáneos como «I’d Climb the Highest Mountain», igualmente magnífico. Salvo en contadas ocasiones (como en la veloz y muy convencional «Nick Carter, Master Detective», que acabo de ver), Tourneur fue un director extremadamente sutil, da igual el tiempo de rodaje que tuviera asignado o los repartos, a menudo disímiles e integrados por actores competentes de los que extrajo lo mejor.

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  4. elpastordelapolvorosa Autor

    La rectitud ética que impone McCrea está por encima de barreras como las de los géneros (que significan poco, por otra parte, para directores todo terreno como Tourneur).

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