Vivo sin vivir en mí

La vida se empobrece, pierde interés, cuando la puesta máxima en juego de la vida, esto es, la vida misma, no debe ser arriesgada. Nuestros lazos sentimentales, la intolerable intensidad de nuestro duelo, nos inclinan a rehuir nosotros y a evitar a los nuestros todo peligro. La tendencia a excluir la muerte de la vida trae consigo muchas renuncias y exclusiones. Y sin embargo, el lema de la Confederación hanseática reza: «Navigare necesse est, vivere non necesse!» (navegar es necesario, vivir no lo es).

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Entonces habrá de suceder que buscaremos en la ficción, en la literatura, el cine y el teatro, una sustitución de tales renuncias. En estos campos encontramos aún seres humanos que saben morir e incluso matar a otros. Solo en ellos se nos cumple también la condición bajo la cual podríamos reconciliarnos con la muerte; esto es, la de que detrás de todas las vicisitudes de la vida conservásemos todavía otra vida intocable. Es demasiado triste que en la vida pueda pasar como en el ajedrez, en el cual una mala jugada puede forzarnos a dar por perdida la partida, con la diferencia de que en la vida no podemos empezar luego una segunda partida de desquite. En el campo de la ficción hallamos aquella pluralidad de vidas que nos es precisa. Morimos en nuestra identificación con el protagonista, pero le sobrevivimos y estamos dispuestos a morir otra vez, indemnes, con otro protagonista.

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S. Freud: Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte (1915). En El malestar en la cultura. Alianza Editorial. Madrid, 2006

Fuentes de las imágenes: mubi.com / cinestonia.blogspot.com

2 comentarios en “Vivo sin vivir en mí

  1. Sergio Sánchez

    Y en lo que al cine respecta 1915 no había conferido a la cita ni una mínima parte del poder que tiene ahora. Sazonada además visualmente con dos obras favoritas en el sentido más esplendoroso de la palabra «favorita». El texto va mucho más allá pero ante esa ausencia del saber morir o del prepararse para morir que no es consustancial a los humanos occidentales y acomodados de este siglo, dos películas calaron y causaron siempre honda impresión en mí. Independientemente de las variopintas opiniones y análisis que pueden hacerse sobre sus cualidades cinematográficas, los últimos minutos de Bette Davis en «Amarga victoria» y los de Roy Scheider en «All that jazz» forman parte de esa imposible y necesaria educación ante el fin o sobre el fin.

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    1. elpastordelapolvorosa Autor

      En realidad, tengo que confesar que he manipulado ligeramente la cita porque Freud solo se refería a la literatura y el teatro… pero estoy seguro de que habría mencionado también al cine si hubiera revisado el texto unos pocos años después.
      Un saludo

      Responder

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